martes, 21 de noviembre de 2017

DESDE LA ARSE IBERICA HASTA LA SAGVNTVM ROMANA


Empecemos comentando que en varios textos de la literatura clásica romana, se nos menciona a la ciudad de Sagunto relacionándola con los sucesos acontecidos en los primeros días de la Segunda Guerra Púnica y también anteriormente en textos de la Grecia clásica mencionando a esta urbe como un importante centro comercial, esta ciudad de la Iberia Levantina, asentada en tierras de los Edetanos, era conocida con el nombre de Arse, pero con el paso del tiempo y la refundación por parte de la República  Romana pasará a llamarse Saguntum. 

La ciudad de Saguntum (Sagunto) tuvo gran importancia por su magnifico puerto y era con gran diferencia la más rica al sur del rio Ebro. Tito Livio nos cuenta que estaba situada a casi mil pasos del mar (unos 1.478m), la urbe con sus habitantes en su mayoria de origen griego, oriundos según se cuenta de la isla de Zante, y con ellos estaban mezclados incluso algunos Iberos del linaje de los Rútulos de Árdea y fenicios provenientes de Sidón y Tapso, esta ciudad ya en el siglo III a.C., era aliada de Roma y se perfilaba como un puerto seguro y  estratégico en el comercio del Mediterráneo. La ciudad-Oppidum de Sagunto en aquella época, se encontraba fuertemente amurallada y la vida se efectuaba dentro de la urbe, solo algunos comerciantes posiblemente de origen griego y fenicio vivían fuera de las murallas instalados en las proximidades del puerto para conseguir beneficios con el tráfico de mercancías y los abastecimientos a embarcaciones y marineros que atracaban.







Dum Romae consulitur, Saguntum expugnatur 
"Mientras en Roma se delibera, Sagunto es asaltada".

 “Arse” como plaza amurallada fue asediada por el general Cartaginés Aníbal Barca en el año 219 a. C. por su situación estratégica y por las ganancias en oro y plata que esperaba conseguir para sufragar su inminente guerra con Roma. Aníbal asedió la ciudad durante ocho meses durante los cuales los habitantes de Saguntum aguantaron las embestidas de las tropas Cartaginesas gracias a la robustez de las enormes murallas que cercaban la ciudad y que eran prácticamente inexpugnables. Sagunto solicitó primero la ayuda de los pueblos de las comarcas vecinas, pero estos bien por temor al poderio Cartagines o porque veían con recelo el creciente poder estratégico y comercial de la ciudad prefirieron quedarse al margen, los Saguntinos entonces solicitaron como aliados que eran ayuda al Senado de Roma, mientras resistían los embates del ejército cartaginés para asaltar la ciudad. La situación se hizo insostenible tras la tardanza de la República romana de enviar ayuda militar a los saguntinos pues en un primer momento y mientras los romanos deliberaban y preparaban acciones militares tan solo se mandaron embajadores al Senado Cartaginés instándole que ordenara a su general Aníbal a abandonar el asedio de la ciudad. El pueblo de Sagunto desmoralizado y hambriento no pudo resistir mucho más ante un ejército Púnico que lo sobrepasaba en número y en recursos. El asedio a las murallas de Sagunto se efectuó frontalmente y con toda la maquinaria de guerra de la época, y por fin, tras varias semanas de cruentos combates, Aníbal consiguió derrotar a los Saguntinos después de ocho meses de asedio en el 218 a. C.



Para el Cartaginés era primordial conseguir la rendición de la plaza lo más intacta posible de manera que con el oro y la plata que tomaría de la ciudad vencida poder financiar su invasión a la odiada y poderosa Roma (Segunda Guerra Púnica) y a la vez incorporar a las filas de su creciente ejercito a la mayoría de hombres aptos para su incursión en tierras romanas, a la vez que dejar una plaza fuerte lo más cercana posible a la ciudad de QuartHadast (Cartagena), desde la que su hermano Asdrúbal, que quedaba como jefe de los ejércitos cartagineses de Hispania y a cargo del abastecimiento del ejército en movimiento de Aníbal en la península romana pudiera darle apoyo en su campaña. A la entrada de Aníbal a la ciudad tras el ataque final se encontró con una ciudad desolada, prácticamente destruida y quemada, Según cuentan los textos de Tito Livio (Ad urbe condita), los ciudadanos de Sagunto, desanimados al no recibir la ayuda de sus aliados los romanos, y con la negativa de rendirse para ser esclavos o pasados a cuchillo por Aníbal, decidieron encender una gran hoguera en la plaza pública de la ciudad y arrojaron a ella todos los objetos de valor como oro y plata del tesoro público y privado junto con plomo para hacer inservible el botín del vencedor, y tras esto se dieron muerte arrojándose a la misma hoguera para evitar ser hechos esclavos. Esto enfureció sobremanera al cartaginés que había sacrificado un tiempo precioso, esfuerzos, recursos y soldados en la conquista de la ciudad, y no le había reportado prácticamente ningún beneficio.

Con estos acontecimientos se inició la Segunda Guerra Púnica entre las dos potencias emergentes del Mediterráneo, Cartago y la República de Roma.

En el 214 a.C. la ciudad fue recuperada por los romanos, y refundada por el general Publio Cornelio Escipión El Africano tras derrotar a los Púnicos en Qart Hadast bajo el nombre de Saguntum. En el 212 a.C., tenía el privilegio de ser “ciuitas foederata” (estado federado) y pasó a ser administrada como municipium (municipalidad romana) con derecho plenamente romano y repoblada por ciudadanos hispanorromanos.










A partir del año 1920 se realizan excavaciones arqueológicas en el foro de la ciudad de Sagunto, durante las mismas aparece un pedestal de una estatua del general Publio Cornelio Escipión con una inscripción conmemorativa: 

P(ublio) Scipioni Co(n)s(uli) imp(eratori) ob restitutam Saguntum ex s(enatus) c(onsulto) bello punico secundo.

Traducido viene a significar: "A Publio Escipión, cónsul, general en jefe, por haber devuelto Sagunto (a Roma) mediante decreto del senado, en la segunda guerra púnica".


Una reproducción de esta inscripción la podemos admirar en el centro de la rotonda que hay en la entrada de la ciudad entrando por la carretera nacional, viniendo desde Valencia.


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