¿En algún momento nos
preguntamos cuál era el sistema por el que los antiguos romanos median las
horas del día y la noche? Intentaremos explicarlo de forma sencilla.
En tiempos de la Roma antigua, no era
tan importante para sus habitantes como en la actualidad el saber la hora
exacta en cada momento del día, y si nos adentramos en la lectura de las
fuentes clásicas de los moradores del antiguo Latium, estas nos dan a entender que los ciudadanos romanos eran muy prácticos en su vida cotidiana, así podemos
decir que en Roma las horas del día
eran principalmente una cuestión de luz solar, el comienzo del día romano
lo marcaba la salida del Sol ,el solis ortus, pasando por el meridies (mediodía), y después a la tarde
o postmeridiem y hasta
llegar a la vespera y el solis occasus llegando así al final de ese mismo día, que se definía este con la
siguiente salida del Sol, por tanto en este calendario son los astros, el sol y la luna quienes
marcaban, respectivamente, los días, los años y los meses. Hemos de decir que la manera que dividían el día era en doce horas y la noche (nox) la dividían en cuatro horas
o vigilias, aunque medir estas horas no era muy importante por ser estas, horas no productivas. Este sistema era muy práctico para una sociedad agrícola y también en
una militar como era la romana, y los romanos como sabemos eran sobre todo prácticos en todas las fases de su vida cotidiana.
En Roma cada una de las
horas diurnas era nombrada numéricamente,
de manera que, La prima hora, era primera hora del día y
correspondía al amanecer, la secunda hora, era la segunda hora del día, y sucesivamente, tercia
hora, quarta hora, quinta hora, sexta hora, séptima hora, octava hora, nona
hora, decima hora, undécima hora, hasta
la duodécima hora, que es la ultima hora y corresponde a la puesta
del sol y el final de las horas diurnas.
Nuestro mediodía actual, se correspondería con la hora sexta, es de esta hora de donde proviene algo tan
latino y español como la palabra siesta, al
ser este el momento en el que el romano medio se tomaba un pequeño descanso en la
rutina diaria.
Hemos de decir que dependiendo de la estación del año
en la que nos encontremos, cada hora
variaba según la duración de horas de luz solar, durante el verano
las horas del día eran más largas que en invierno que eran sensiblemente más
cortas, es por esto que en verano con los días más largos, las horas
romanas podrían llegar a ser de setenta y cinco minutos, y en invierno, las
horas del día tendrían el equivalente a los cuarenta y cinco minutos de la actualidad.
Para medir todas estas horas solares en la roma
antigua se usaban entre otros, los relojes
de Sol, estos relojes dividían un espacio circular en once segmentos estos
segmentos cortaban la circunferencia en partes, de forma que cuando la sombra del indicador se posara
sobre la primera línea del reloj significaba que ya había pasado la prima hora,
con este sistema, el tiempo que medirá el reloj de Sol se adecua a la
utilización de horas más cortas y horas más largas según la estación del año.
Dice la tradición que fué Lucius Papirius
Cursor quien colocó en Roma, a las puertas del templo del dios Quirino para que todos lo pudieran ver, el
primer reloj de sol (horologium solarium), artefacto que hizo traer desde Grecia y que revolucionó el concepto que los romanos tenían hasta entonces del paso del tiempo a lo largo de
todo el día.
El reloj solar se componía de un stilo o gnomon, una aguja que proyecta una sombra y
de una superficie en forma de circunferencia llamada limbo, que es la que
recibe la sombra del stilo.
Esta zona lleva las marcas y las inscripciones que usan la altura del sol para determinar
la hora. El limbo poseía once líneas que dividían la circunferencia fracciones
específicas.
En la actualidad se conservan aproximadamente unos cien ejemplares de estos relojes solares
romanos, la mayoría de ellos realizados en mármol o piedra caliza y colocados en los lugares públicos de las
Urbes para que cualquier ciudadano pudiera consultar la hora, muchos de estos horologium poseen inscripciones en latín en las que hacen alusión los benefactores que pagaron de su bolsillo estos relojes para grandeza de la urbe y de la Gen a la que pertenece el ciudadano en cuestión.
Y por fin llegamos a la
noche romana (nox), y con ello hay que describir como marcaban las horas durante la
noche, esto es también una cuestión del pragmatismo romano. La noche la dividían en cuatro partes o vigilias, y se
enumeraban también por prima hora, seconda hora, tercia hora y quarta hora,
las horas nocturnas también variaban su duración dependiendo la estación del
año en la que se encontrasen. Esta distribución en cuatro partes-vigilias, como
su propio nombre indica guardaban una estrecha relación con los turnos de “vigilancia”
en los campamentos militares.
Podemos decir que si durante las horas de luz solar se usaron relojes de sol para enumerar el paso de las horas diurnas, para medir el paso de las horas nocturnas y no ser valido el sistema del reloj de sol por la falta
del mismo, en Roma se tuvo que emplear otros
sistemas, uno de ellos, quizás el más común, fue la clepsidra (ladrón de agua), que es como se conoce este tipo de reloj, aunque la mayoria de los romanos lo llamaban simplemente horologium ex aqua (reloj de agua) este sistema fué heredado de griegos y egipcios.
Este horologium ex aqua o reloj de agua, es un mecanismo
simple, consistente en un recipiente graduado de cerámica o piel impermeabilizada que contenía agua u otro líquido hasta un cierto nivel, con un orificio en la base de un tamaño
adecuado para asegurar la salida del líquido a una velocidad determinada y, por tanto, en un tiempo prefijado.
Ya hemos comentado que las
clepsidras no eran un invento romano, ya que datan de la antigüedad egipcia, así mismo los relojes de agua también
fueron utilizados por los antiguos griegos para señalar el tiempo.
Las clepsidras se usaban en las campañas militares romanas para señalar las guardias nocturnas, para luego mas tarde introducirse en los tribunales y en el senado de Roma para marcar el tiempo de los oradores, así mismo también se hicieron muy comunes en algunas celebraciones religiosas donde era necesario medir los tiempos antes de la salida del sol, y sin olvidar un lugar donde fueron muy utilizados, en los lupanares para medir el tiempo que los clientes estaban con la meretriz.