El conocido
tradicionalmente como “saludo romano” en todo el imperio podría ser según
varias fuentes el antiguo “saludo Ibero”, este podría haber sido adoptado por
los romanos junto con el “Gladius Hispaniensis” (espada celtibérica) al entrar
estos en contacto con los pueblos hispanos. Por tanto y en palabras del insigne
arqueólogo e historiador Juan Cabré Aguiló, Los romanos no hicieron sino copiarlo y asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales, de forma que en textos
romanos se refieren a este saludo como “SALUTATIO IBERICA”, este saludo podría
ser el más antiguo descubierto en Occidente, y tendría una importante carga
simbólico-religiosa. Este gesto, que consistía en alzar la mano diestra
extendida, se utilizaba durante las oraciones, existiendo variantes del mismo,
desde la apertura de la palma de la mano en señal de la sumisión de los orantes
hasta las posturas de los propios oficiantes y sacerdotes, que solían extender
uno o los dos brazos y abrir las palmas. De hecho, una de estas variantes
consistía en doblar el codo y alzar la palma abierta, que, curiosamente,
coincide con el saludo de los indios del Oeste Americano.
Como ya hemos comentado, para los íberos era un gesto revestido de carácter sagrado, pues en los exvotos
encontrados en sus santuarios, ellos mismos se auto representaban, con
frecuencia, saludando e invocando a sus Divinidades, en pie y efectuando este
saludo étnico tradicional del Pueblo Ibero.
No hay constancia de si
este tipo de saludo étnico de la península es autóctono o es influencia de los diversos contactos con los pueblos de Oriente, Fenicios o Griegos, lo que si nos consta
es que los romanos debieron verlo en la península por primera vez, porque los
historiadores de la época y de la inmediata posterior, como pueden ser Tito
Livio, Valerio Máximo , Seutonio o Salustio entre otros nos describen en sus
obras este saludo como un saludo de paz de los indígenas, y lo tratan como una
novedad para el pueblo romano de la época. Lo cual indicaría que no lo habían
visto entre las culturas del Mediterráneo, Fenicia, Egipcia, Griega, Celta o
Cartago, culturas para ellos bien conocidas en esa época, todo esto nos
refuerza en la tesis de su origen Hispano.
Las primeras citas que
recogen este saludo (aunque no son muy claras), están en las campañas militares con
las que comienza la II guerra púnica contadas por Tito Livio, como saludo de
paz de los íberos. Los hechos se refieren a la capitulación de una ciudad,
Oringis, Auringis, o Aurgi (Jaén) ante los romanos, comandados por dos de los
gloriosos generales que dio la familia de los Escipiones, los hermanos Publio y
Cneo Escipión. Ocurrieron hacia el año 207 aC.. Y, para reforzar la tesis,
digamos que en aquella época, importantes contingentes hispanos (tanto en
infantería como, sobre todo, en caballería), formaban parte habitual de los
ejércitos cartagineses, pero las fuentes romanas atribuyen el saludo sólo a los soldados íberos, y no al conjunto del ejército cartaginés.
Examinemos los textos en
que se citan, precedido de una introducción previa, para ubicarlo en su
contexto temporal:
“Salió Cneo Escipión con
una legión ligera a prestar ayuda a sus aliados y a la guarnición romana de la
ciudad. Entró en la ciudad por entre los dos campamentos causando muchas bajas
al enemigo, y al día siguiente hizo una salida brusca con un resultado
igualmente favorable. Los muertos en ambos combates sobrepasaron los doce
mil, y de mil los prisioneros; enseñas militares se capturaron hasta treinta y
seis. Se produjo así la retirada de la ciudad de Iliturgi. A continuación
inició el ejército cartaginés el asedio a la ciudad de Bigerra, ciudad esta aliada
de Roma. La llegada de Cneo Escipión la liberó del asedio sin tener que
combatir.
Desde allí se trasladó a
Munda el campamento cartaginés, y allá los siguieron los romanos a toda prisa.
Se libró allí una batalla campal de casi cuatro horas en la que iban venciendo
claramente los romanos, pero se dio la señal de retirada, porque una jabalina le
había atravesado el muslo a Cneo Escipión y los soldados de su guardia que
estaban en torno a él temían que la herida infligida fuese mortal. Pero no
había duda de que se podían haber tomado aquel día el campamento cartaginés de
no haber sobrevenido aquel contratiempo, pues aparte de los soldados también
los elefantes habían sido rechazados hasta la empalizada y fueron acribillados
con jabalinas treinta y nueve de éstos encima mismo de las trincheras. Se dice
que también en esta batalla hubo cerca de doce mil muertos y que fueron
capturados cerca de tres mil hombres y cincuenta y siete enseñas militares. De
allí los cartagineses se retiraron a la ciudad de Auringis y los siguieron los
romanos para echárseles encima mientras eran presas del pánico.”
(Tito Livio, en XXIV, 41 y 42)
En el siguiente texto es
donde aparece la referencia al saludo por los bastetanos que combatían en los
ejércitos de Cartago:
“Después, los habitantes
cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a
mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente.
Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad
poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y
mostrando las diestras desnudas levantadas para que se viera bien que habían
arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar
bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra
los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba
batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad.
Mientras tanto, en otros
puntos se destrozaban y echaban abajo las puertas con hachas y dolabros y, a
medida que iban entrando los jinetes, se dirigían a galope a ocupar el foro,
pues ésas eran las órdenes recibidas; a la caballería se habían sumado también
un cuerpo de triarios; los legionarios invadieron los restantes puntos de la
ciudad. Se abstuvieron de saquear y de matar a los que encontraron, salvo si
ofrecían resistencia armada. Fueron puestos bajo custodia todos los
cartagineses y también los cerca de trescientos habitantes de la plaza que
habían cerrado las puertas; a los demás les fue entregada la ciudad y devueltos
sus bienes. En el asalto de aquella ciudad cayeron cerca de dos mil enemigos y
no más de noventa romanos.”
(Tito Livio XXVIII 3 y 4)
De este, y otros textos posteriores,
los historiadores que nos interpretan los numerosos textos latinos de la época
deducen que los ejércitos romanos no habían visto antes un saludo semejante.
Por las distintas
representaciones sobre todo en cerámica y grabados, diríamos que este era un
saludo de uso general en la sociedad Hispana prerromana, en el que se deseaba
paz y en algunos casos sumisión o clientelismo hacia quien iba dirigido.
El saludo que habitualmente
vemos representado, es de la palma derecha levantada, con el brazo flexionado,
presentando la palma desnuda a la persona a quien se le hace. Pero en las
legiones, al ser adoptado como saludo militar, era efectuado de una forma mucho
más rígida, flexionando un poco el brazo, o manteniéndolo recto, sin
flexionarlo inclinado unos 45º sobre la horizontal, y con la palma hacia abajo…
el que comúnmente vemos en las películas efectuado por los gladiadores antes de
entrar en combate con el famoso e incorrecto “ave Cesar los que van a morir te
saludan”.
Volvemos a su
significado, que debemos enfatizar que fue siempre de paz y de respeto
mostrando la palma desnuda y sin ningún arma, tanto para fines religiosos, como
civiles y militares.
Desde estas primeras
citas de Tito Livio hasta su uso generalizado en la sociedad Romana, debió pasar
más de dos siglos, pues es muy posible que este saludo fuera adoptado por las
legiones que combatieron en Hispania durante la II guerra púnica, y que estos
legionarios veteranos una vez licenciados, lo siguieran utilizando como un símbolo de identidad entre ellos.
Poco a poco, el saludo
fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población romana en general. Y
terminó siendo oficial como saludo militar (junto al más tradicional de poner
el puño derecho sobre la parte izquierda del pecho), como saludo civil
tradicional, y como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia
(audiencias del César, juramentos solemnes, etc…).
Alipio Tirrenus Bibaculus