sábado, 28 de noviembre de 2015

25 aniversario primera salida en CyR

La Legión de Sagunto se constituyó como grupo romano en las fiestas de cartagineses y romanos de la milenaria ciudad de Cartagena, allá por el año 1990, mas concretamente en el mes octubre, fué cuando nos dimos de alta en el Senado Romano como asociación, y efectuando nuestra primera salida en CyR ataviados de época en el año 1991, año III "ab conditam" de las fiestas de CyR es por tanto que en este año XXVII de las fiestas celebramos las bodas de plata de nuestra primera salida.



En estos veinticinco años, los miembros de la Legión nos sentimos orgullosos de haber obrado en todos los actos donde participamos con seriedad y marcialidad, así mismo hemos intentado estar a bien en todos los momentos con el resto de grupos festeros, consiguiendo una camaradería que continua hasta la actualidad, prueba de ello son los hermanamientos formales con varios grupos como las "Tropas de Magón" o la "Legión de Amazonas de Capadocia" y sin olvidar aunque sin estar formalmente hermanados (pero si de corazón) con las "Tropas tirias".

Durante los veinticinco años y hasta el día de hoy, hemos vivido estas fiestas de manera apasionada pero siempre desde el respeto a la historia y siguiendo siempre nuestro fin esencial que es pasarlo bien y revivir los hechos históricos de la Segunda Guerra Púnica que rememoran estas fiestas de Cartagineses y Romanos.












Es pues, que desde esta plataforma nos gustaría dar las gracias a todos los que han hecho posible durante estos veinticinco años, que la "Legión de Sagunto" haya llegado a ser lo que es actualmente, a los amigos y a los enemigos, a los miembros de la legión en la actualidad, a los miembros que por diversos motivos han dejado de pertenecer a nuestra asociación, en especial a los que nos han dejado viajando al Averno (que los dioses manes los acojan), a los miembros del Senado Romano, al Consejo Cartaginés, a Federación, y a tantos otros que me resultaría imposible nombrarlos todos.
Silio "el Optio"

                                ROMA VICTRIX

lunes, 14 de septiembre de 2015

¿EL SALUDO ROMANO O SALUDO IBERICO?


El conocido tradicionalmente como “saludo romano” en todo el imperio podría ser según varias fuentes el antiguo “saludo Ibero”, este podría haber sido adoptado por los romanos junto con el “Gladius Hispaniensis” (espada celtibérica) al entrar estos en contacto con los pueblos hispanos. Por tanto y en palabras del insigne arqueólogo e historiador Juan Cabré Aguiló, Los romanos no hicieron sino copiarlo y asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales, de forma que en textos romanos se refieren a este saludo como “SALUTATIO IBERICA”, este saludo podría ser el más antiguo descubierto en Occidente, y tendría una importante carga simbólico-religiosa. Este gesto, que consistía en alzar la mano diestra extendida, se utilizaba durante las oraciones, existiendo variantes del mismo, desde la apertura de la palma de la mano en señal de la sumisión de los orantes hasta las posturas de los propios oficiantes y sacerdotes, que solían extender uno o los dos brazos y abrir las palmas. De hecho, una de estas variantes consistía en doblar el codo y alzar la palma abierta, que, curiosamente, coincide con el saludo de los indios del Oeste Americano. 
Como ya hemos comentado, para los íberos era un gesto revestido de carácter sagrado, pues en los exvotos encontrados en sus santuarios, ellos mismos se auto representaban, con frecuencia, saludando e invocando a sus Divinidades, en pie y efectuando este saludo étnico tradicional del Pueblo Ibero. 

No hay constancia de si este tipo de saludo étnico de la península es autóctono o es influencia de los diversos contactos con los pueblos de Oriente, Fenicios o Griegos, lo que si nos consta es que los romanos debieron verlo en la península por primera vez, porque los historiadores de la época y de la inmediata posterior, como pueden ser Tito Livio, Valerio Máximo , Seutonio o Salustio entre otros nos describen en sus obras este saludo como un saludo de paz de los indígenas, y lo tratan como una novedad para el pueblo romano de la época. Lo cual indicaría que no lo habían visto entre las culturas del Mediterráneo, Fenicia, Egipcia, Griega, Celta o Cartago, culturas para ellos bien conocidas en esa época, todo esto nos refuerza en la tesis de su origen Hispano.
Las primeras citas que recogen este saludo (aunque no son muy claras), están en las campañas militares con las que comienza la II guerra púnica contadas por Tito Livio, como saludo de paz de los íberos. Los hechos se refieren a la capitulación de una ciudad, Oringis, Auringis, o Aurgi (Jaén) ante los romanos, comandados por dos de los gloriosos generales que dio la familia de los Escipiones, los hermanos Publio y Cneo Escipión. Ocurrieron hacia el año 207 aC.. Y, para reforzar la tesis, digamos que en aquella época, importantes contingentes hispanos (tanto en infantería como, sobre todo, en caballería), formaban parte habitual de los ejércitos cartagineses, pero las fuentes romanas atribuyen el saludo sólo a los soldados íberos, y no al conjunto del ejército cartaginés.

             


















Examinemos los textos en que se citan, precedido de una introducción previa, para ubicarlo en su contexto temporal:
“Salió Cneo Escipión con una legión ligera a prestar ayuda a sus aliados y a la guarnición romana de la ciudad. Entró en la ciudad por entre los dos campamentos causando muchas bajas al enemigo, y al día siguiente hizo una salida brusca con un resultado igualmente favorable. Los muertos en ambos combates sobrepasaron los doce mil, y de mil los prisioneros; enseñas militares se capturaron hasta treinta y seis. Se produjo así la retirada de la ciudad de Iliturgi. A continuación inició el ejército cartaginés el asedio a la ciudad de Bigerra, ciudad esta aliada de Roma. La llegada de Cneo Escipión la liberó del asedio sin tener que combatir.
Desde allí se trasladó a Munda el campamento cartaginés, y allá los siguieron los romanos a toda prisa. Se libró allí una batalla campal de casi cuatro horas en la que iban venciendo claramente los romanos, pero se dio la señal de retirada, porque una jabalina le había atravesado el muslo a Cneo Escipión y los soldados de su guardia que estaban en torno a él temían que la herida infligida fuese mortal. Pero no había duda de que se podían haber tomado aquel día el campamento cartaginés de no haber sobrevenido aquel contratiempo, pues aparte de los soldados también los elefantes habían sido rechazados hasta la empalizada y fueron acribillados con jabalinas treinta y nueve de éstos encima mismo de las trincheras. Se dice que también en esta batalla hubo cerca de doce mil muertos y que fueron capturados cerca de tres mil hombres y cincuenta y siete enseñas militares. De allí los cartagineses se retiraron a la ciudad de Auringis y los siguieron los romanos para echárseles encima mientras eran presas del pánico.”
(Tito Livio, en XXIV, 41 y 42)

En el siguiente texto es donde aparece la referencia al saludo por los bastetanos que combatían en los ejércitos de Cartago:
“Después, los habitantes cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente. Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y mostrando las diestras desnudas levantadas para que se viera bien que habían arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad.
Mientras tanto, en otros puntos se destrozaban y echaban abajo las puertas con hachas y dolabros y, a medida que iban entrando los jinetes, se dirigían a galope a ocupar el foro, pues ésas eran las órdenes recibidas; a la caballería se habían sumado también un cuerpo de triarios; los legionarios invadieron los restantes puntos de la ciudad. Se abstuvieron de saquear y de matar a los que encontraron, salvo si ofrecían resistencia armada. Fueron puestos bajo custodia todos los cartagineses y también los cerca de trescientos habitantes de la plaza que habían cerrado las puertas; a los demás les fue entregada la ciudad y devueltos sus bienes. En el asalto de aquella ciudad cayeron cerca de dos mil enemigos y no más de noventa romanos.”
(Tito Livio XXVIII 3 y 4)

De este, y otros textos posteriores, los historiadores que nos interpretan los numerosos textos latinos de la época deducen que los ejércitos romanos no habían visto antes un saludo semejante.


Por las distintas representaciones sobre todo en cerámica y grabados, diríamos que este era un saludo de uso general en la sociedad Hispana prerromana, en el que se deseaba paz y en algunos casos sumisión o clientelismo hacia quien iba dirigido.


El saludo que habitualmente vemos representado, es de la palma derecha levantada, con el brazo flexionado, presentando la palma desnuda a la persona a quien se le hace. Pero en las legiones, al ser adoptado como saludo militar, era efectuado de una forma mucho más rígida, flexionando un poco el brazo, o manteniéndolo recto, sin flexionarlo inclinado unos 45º sobre la horizontal, y con la palma hacia abajo… el que comúnmente vemos en las películas efectuado por los gladiadores antes de entrar en combate con el famoso e incorrecto “ave Cesar los que van a morir te saludan”.
Volvemos a su significado, que debemos enfatizar que fue siempre de paz y de respeto mostrando la palma desnuda y sin ningún arma, tanto para fines religiosos, como civiles y militares.
Desde estas primeras citas de Tito Livio hasta su uso generalizado en la sociedad Romana, debió pasar más de dos siglos, pues es muy posible que este saludo fuera adoptado por las legiones que combatieron en Hispania durante la II guerra púnica, y que estos legionarios veteranos una vez licenciados, lo siguieran utilizando como un símbolo de identidad entre ellos.

Poco a poco, el saludo fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población romana en general. Y terminó siendo oficial como saludo militar (junto al más tradicional de poner el puño derecho sobre la parte izquierda del pecho), como saludo civil tradicional, y como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia (audiencias del César, juramentos solemnes, etc…).

Alipio Tirrenus Bibaculus

sábado, 30 de mayo de 2015



ROMA VICTRIX 
LEGION DE SAGUNTO - LEGIO XX




Desfile de la Legión de Sagunto por las calles de Cartagena        Cortesia de Carlos Illán Ruiz

Entrando en Sagunto tras desfile de la Victoria 2013  https://www.facebook.com/photo.php?v=512209952196938&set=vb.100002238148515&type=3 

Lucha y muerte en Sagunto 2012                                                    Cortesia de Wim Hoogewoning.                   

Guardia Edetana del Consul.                                                           Cortesia de Bartolome García Jimenez








La sangre joven, con ganas de fiesta y de divertirse, que todo no es seriedad y guardar la compostura.

viernes, 6 de febrero de 2015

Mundo funerario Hispanoromano

En la Hispanía Romana no se colocaban las tumbas en un lugar tranquilo y solitario, sino que las necrópolis se disponían junto a las puertas de la ciudad, fuera de las murallas a orillas de las calzadas y a lo largo de las principales vías que partían o desembocaban en la ciudad. Esta regla estaba ya recogida en la Ley de las Doce Tablas, la recopilación de leyes más antigua de Roma (451-449 a. C.): “Hominem mortuum” inquit lex in XII, “in urbe ne sepelito neue urito”, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas,  estos lugares se consideraban suelo sagrado: pomerium.
Hasta el siglo II de nuestra era, en que se generalizó la inhumación de los cadáveres, la forma de enterramiento más usual entre los romanos en la península Ibérica fue la incineración. Aunque en la realidad ambas formas coexistían, generalmente la incineración estaba reservada a los miembros de familias nobles o acomodadas.
La muerte y el sepelio del cadáver (funus)  en el mundo romano eran ocasión de ritos complicados, por tanto  muy importantes , varían en función del rango económico y social de la persona; conocemos de este modo el funus translaticium o normal; el funus militare, dedicado a los soldados, el funus publicum, reservado para los personajes de importancia pública relevante, de todas formas siempre que las circunstancias y la muerte lo permitían, el funeral comenzaba en casa del difunto. La familia acompañaba al moribundo a su lecho, para darle el último beso y retener así el alma que se escapaba por su boca.
Tras el fallecimiento, se le cerraban los ojos y se le llamaba tres veces por su nombre para comprobar que realmente había muerto, a continuación se lavaba el cuerpo, se perfumaba con ungüentos y se le vestía. por ley estaban prohibidos los lujos en los funerales, pero permitían colocar sobre la cabeza del difunto las coronas que había recibido en vida. Después se le colocaba una moneda debajo de la lengua para pagar a Caronte el último viaje por la laguna Estigia hasta el reino de los muertos.

Finalmente el cuerpo se colocaba sobre una litera con los pies hacia la puerta de entrada, rodeado de flores, símbolo de la fragilidad de la vida y se quemaban perfumes. La gente pobre se sepultaba el mismo día, la gente importante podía estar expuesta más días. Entre tres y 7 días, en el caso de personajes con una importancia pública relevante
El transporte a la pira funeraria o a la tumba, se hacía con un cortejo fúnebre (pompa) que debía hacerse de noche a la luz de las antorchas, con el difunto conducido en una parihuela o feretrum por familiares y amigos, hasta la necrópolis, en este cortejo iban los esclavos tocando flautas, trompas y trompetas, portadores de antorchas, plañideras profesionales, bailarines y mimos.


  Si el cadáver se incineraba, se llevaba hasta el lugar donde se hacía la hoguera. A continuación un pariente o un amigo encendía la pira y los asistentes echaban bálsamos y flores y también objetos que habían pertenecido al muerto: vestidos, joyas, armas, etc. Muchas veces depositaban una lucerna para iluminar el camino a la otra vida. Cuando las llamas se extinguían las brasas eran apagadas con vino, y los huesos que quedaban y las cenizas se depositaban en la urna cineraria, que se enterraba en la tumba. Tras esto la humatio, era esencial en el funeral. Consistía en arrojar tierra sobre el cuerpo del difunto o sobre parte de él, según se tratara de una inhumación o una incineración. La tumba se consagraba con el sacrificio de un animal y una vez construida se llamaba tres veces al alma del difunto para que entrara en la morada que se le había preparado. Durante la ceremonia funeral se realizaba un acto de purificación para las personas que habían estado en contacto con el cadáver. Antes de la sepultura la tumba se purificaba barriéndola o limpiándola y después utilizando agua se limpiaba a las personas que habían asistido al funeral.
Durante los nueve días siguientes al funeral los familiares y amigos celebraban un banquete (este ágape se repetía en el aniversario de su muerte), este banquete se conoce como ágape funerario. Para que los difuntos estuvieran felices, sus tumbas se adornaban con flores o jardincillos.
En las tumbas  era costumbre colocar epitafios en los que se escribía la identidad del difunto, generalmente señalaban su nombre y fecha de nacimiento y quién fue el que pagó por la tumba y que relación familiar tenían con el difunto. En ocasiones los epitafios contenían los logros en vida del ocupante de la tumba y hasta mensajes para sus familiares y visitantes.

Con la implantación del  Cristianismo, se incorporan a los sarcófagos relieves con escenas inspiradas en la Biblia o en los Evangelios. Otras formas de enterramientos más sencillos son cajas hechas con losas de pizarras, con tejas o con ánforas. Las ánforas se utilizaban, sobre todo, para enterramientos infantiles.

Alipio Tirrenus Bibaculus